No voy a dar nombre o situaciones, pues no importa cuando leas esto, en redes sociales siempre habrá alguien quejándose de que «se le cayó un héroe», o peor, defendiendo lo indefendible porque su cerebro anestesiado no es capaz de aceptar que su modelo a seguir es un ídolo de plastilina.
Entendamos por «vaca sagrada» a un personaje que culturalmente se considera «superior». Un ser que ha hecho, dicho, escrito o vivido cosas que lo ponen en un escalón superior al de nosotros, los pobres mortales.
El problema con estas «vacas» es que ni son vacas ni deberían ser sagradas, igual que el resto de nosotros. La idealización es una cosa tan humana como incorrecta. Los seres humanos somos capaces de cosas maravillosas y al mismo tiempo pensamos y ejecutamos cosas terribles. Nuestra naturaleza imperfecta, visceral y muy sesgada nos hace así. Entender esto es un nivel de madurez que pocos llegan a tener y que dista mucho del ideal esperado. Calladitos nos vemos más bonitos, y obedeciendo para no causar problemas.
Desde niños se nos premia la obediencia y debemos aceptar el «y esto es así porque lo digo yo». Tanto así que nuestros cuidadores primarios, ya sea madre, padre, abuelita o pareja de lobos que nos esté educando, son nuestras primeras «vacas sagradas». «Pues mi mami dice que…» es el argumento favorito de los pequeños. Hasta los míos lo han usado con sus compañeros, y tragándome todo el orgullo que me puede dar el que den por un hecho inamovible el que yo afirme algo, tengo que decirles que no. Las cosas no son ciertas dependiendo de quién lo diga, o cómo lo diga. Las cosas son, o no son, por sus propios hechos y fundamentos, y aunque parezca que me estoy disparando en el pie yo sola cuando se los digo a mis mijos, la verdad es que yo también me equivoco, y ellos deben saberlo.
Cuestionarnos y cuestionar a los demás produce mucha intranquilidad. Es más fácil pensar que existe un libro de reglas que, si seguimos al pie de la letra, nos dará una vida feliz. Que si hacemos, pensamos y nos comportamos de la misma manera en que lo hace nuestra «vaca sagrada», entonces no vamos a equivocarnos y no vamos a tener que tomar decisiones importantes. Y no es así como funciona el mundo.
Por ahí se escucha el «nunca conozcas a tu héroe, porque te vas a llevar una decepción». Y es cierto, pero no es culpa de él, es culpa tuya. Tú lo has idealizado, has fantaseado con él y lo has puesto en un pedestal que parece más una jaula que un honor.
No tengas héroes, no tengas vacas sagradas y no tengas miedo de ir por la vida cuestionándote todo aquello que te da paz y tranquilidad. Ni sagrado, ni prohibido. Más bien, inquisitivo.