Lanzar una secuela 25 años después de la original es difícil, pero no imposible. Analicemos rápidamente Cobra Kai: Daniel y Johnny, quienes en esos años tuvieron una vida y crecieron como personas, aunque a veces aún regresen a las conductas de antes, principalmente porque quedaron encerrados en su propio discurso. Pero aunque repitan interacciones y patrones, se nota que no son los mismos que eran cuando adolescentes. Y nada de esto pasa con Betty la Fea.
El ritmo es mucho más rápido por el tipo de formato, y esto no beneficia a la serie, que no supo contar varias historias ni darle más profundidad y trasfondo a los personajes, tanto los nuevos como los viejos. La trama de la huelga solo sirve para poner a los actores secundarios a hacer algo, mientras Armando y Betty repetían la trama de la empresa en peligro mientras Armando tratado salvar su relación con Betty
En los apenas 10 capítulos que dura esta primera temporada, y que claramente fueron pensados sabiendo que los iban a renovar—de otra manera no se explica el porqué de ese final al estilo Ocean’s Eleven o los 20 segundos en pantalla de Aura María—lo que vemos es un intento de hacer fanservice con los mejores y más emblemáticos arcos y memes de la serie original: Betty regresando a su antiguo look, Betty escapando a Cartagena, Patricia utilizando a Nicolás, todo el mundo leyendo el diario de Betty, Mario y Armando quebrando la empresa. Repetir patrones para hacer fanservice no sirve si no lo sabes hacer. Y por favor, díganme que no soy la única que piensa que Armando tuvo la expresión clásica de Zoolander toda la temporada.
Lo primero que se nota es que la línea temporal no es clara; no sabemos qué hicieron o dejaron de hacer todos estos años. Muchos personajes no tuvieron ningún tipo de crecimiento y, al contrario, algunos, como Mario, parecen caricaturas de sus personajes. Freddy no sabe hacer otra cosa que no sea sufrir por Aura María o burlarse de Armando, y Hugo dejó de ser chistoso hace mucho tiempo. Además, lo más notable que hizo fue cambiarse el nombre a Cindy Calixta, lo cual fue un chiste muy malo. Ni siquiera dentro de la serie supieron mantener una línea temporal correcta, pues hay veces que no queda claro ni qué hora del día es o que sucesos están pasando al mismo tiempo. Por ejemplo cómo es que Ignacio aparece vestido, luego dormido en la cama y después en una junta en el octavo capítulo.
Y ni hablemos del humor, que era una de las joyas de la serie original. Ahora se siente torpe y fuera de lugar. Este cambio no solo arruina la experiencia de los espectadores, sino que también le quita el brillo a una serie que, aunque cómica, tenía una profundidad emocional que conectaba con su público. No tuvimos un momento icónico al nivel del original, tampoco una situación maravillosamente desarrollada
Otra cosa que no cuadra es cómo manejaron las relaciones entre los personajes. Las amistades y rivalidades que antes tenían un trasfondo bien construido, ahora parecen simples repeticiones de lo que ya vimos, sin ninguna evolución que justifique su regreso en esta nueva versión, como las interacciones de patricia con el nuevo y reducido cuartel de las feas. Las relaciones románticas, en particular, han perdido la chispa y la tensión que las hacían interesantes en la serie original. Patricia pidiéndole matrimonio a Nicolás es muy triste, pero que Nicolás no haya hecho nada con su vida, que siga gorreando comida en casa de Betty y que siga cayendo ante los llamados de Patricia porque nunca logro superar nada de eso, es patético. Sandra y su tarot se convirtieron en Berta y sus horóscopos pero muy mal ejecutado; Mila descubriendo el plan de Ignacio en plena junta es la nueva Betty entregando el verdadero balance, pero super diluido. Ya en estos dos videos expliqué por qué estas dos situaciones funciona muy bien en la serie original, pero desgraciadamente no funciona así en esta nueva versión: les falta sentido, les falta fuerza y propósito más allá de generarnos nostalgia. La única escena que superó a su símil fue cuando Armando se vistió de Betty; qué genial manera de ponerse en sus zapatos, sus gafas, su pelo, su ropa fea, bravo al que se ocurrió esta escena.
Aún no hemos hablado de lo más grave: les valió dos kilos de papas el canon. Por una parte, alteraron lo que decía el diario de Betty, pues ella nunca escribió lo que se menciona en la carta porque ese día se había llevado la carta a su casa para volver a leerla. Pero lo más grave, creo, es la jugarreta de que Ignacio no sea hijo de Daniel, sino su hermano, ya sea ilegítimo o legítimo. Nos quedaron a deber una buena explicación de por qué Daniel mantendría este secreto, sobre todo de Marcela, la única de sus hermanos que podría—ya no digamos ayudar—sino involucrarse. Esto parece un “ja, ven que no son tan listos, esa no se la vieron venir” de parte de los escritores, y es insultante.
Entre las pocas cosa rescatables, esta el personaje de Mila, que si bien fue muy odiado, es el único personaje que brilla por si solo. Es cierto que es una adolescente con el cuerpo y las responsabilidades de una adulta y que todavía ve la vida en blancos y negros. Pero las mejores escenas de esta temporada, son de ella. Lo que si les voy a aplaudir, es que al final, ella y Betty recuperaron su relación.
Como alguien que tiene a Betty la Fea como su imperio romano, creo que me quedaron a deber que fue hecha con mucha prisa y mucho miedo de lanzar una propuesta realmente nueva y adaptada a esta época
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